Para ti, que sientes que en este 2024 el brillo en tus ojos se apagó un poco, como si la vida te hubiera robado parte de tu luz. Para ti, que has librado batallas internas que nadie más ve, esas que se pelean en el silencio de la noche, cuando el mundo duerme y solo quedas tú y tus pensamientos. Para ti, que la ansiedad te ha robado el aliento y la tristeza te ha hecho sentir que el peso de tus días es demasiado para cargar.
Esto es para ti, que crees que no hiciste lo suficiente, que piensas que pudiste haber dado más, que tal vez fallaste en algo o a alguien. Hoy quiero recordarte, desde el corazón, que estás haciendo lo mejor que puedes. Sí, lo mejor que puedes. Porque aunque no lo veas, aunque a veces te sientas insuficiente, cada paso que das, por pequeño que parezca, es un acto de valentía.
El camino no ha sido fácil, lo sé. Has tropezado, has caído y quizá has sentido que no puedes más. Pero, ¿sabes qué? Sigues aquí. Sigues levantándote, aunque sea con las rodillas temblorosas y el alma cansada. Sigues intentando, sigues avanzando, aunque sea un paso a la vez. Y eso es lo que te hace increíblemente valiente.
Eres valiente, sí, pero también eres valioso. Aunque a veces no lo creas, aunque el espejo no siempre te devuelva la imagen que quisieras ver, tú vales. Valen tus risas, tus lágrimas, tus sueños y hasta tus miedos. Valen esos días en los que te cuesta levantarte, pero lo haces de todas formas. Valen tus silencios, tus palabras y cada intento por seguir adelante, incluso cuando sientes que el mundo se desmorona a tu alrededor.
La vida tiene una forma extraña de equilibrar las cosas. Sé que has tenido noches en las que te dormiste llorando, abrazando tu almohada como si fuera tu único refugio. Sé que has confiado en personas que te decepcionaron, y aun así, tu corazón no dejó de creer en la bondad de los demás. Sé que has dado más de lo que recibiste, y eso, lejos de ser una debilidad, es una prueba de tu gran fortaleza.
Quiero que sepas algo: la vida te compensará. No sé cuándo ni cómo, pero llegará un día en el que todo lo que hoy te falta, te sobrará. Un día en el que mirarás atrás y te darás cuenta de que cada lágrima, cada caída, cada momento de incertidumbre, te llevó exactamente a donde debías estar. Porque el dolor, aunque ahora no lo entiendas, también construye. Te moldea, te fortalece, te prepara para lo que viene.
Confía. Confía en que las cosas mejorarán, en que las piezas del rompecabezas de tu vida se acomodarán poco a poco. Confía en Dios, confía también en ti, en la fuerza que te ha mantenido de pie hasta ahora. Confía en que lo mejor está por venir, porque lo está.
Y mientras llega ese día en el que todo cobre sentido, no olvides algo importante: no estás solo. Todos llevamos nuestras propias batallas, aunque no siempre las compartamos. Así que sigue adelante, a tu ritmo, con tus tiempos. La vida no es una carrera; es un viaje, y tú estás exactamente donde debes estar.
Esto es para ti, con todo mi cariño. Para que recuerdes que eres más fuerte de lo que crees, más valioso de lo que imaginas y más amado de lo que percibes. Sigue brillando, incluso cuando sientas que tu luz es tenue, porque esa luz, aunque pequeña, ilumina más de lo que crees.
Un día, mirarás hacia atrás y te darás cuenta de que todo valió la pena. Hasta entonces, sigue confiando. Sigue creyendo. Sigue siendo tú.