¿Sabes? Hoy me atreví a bucear en el océano de los recuerdos, y entre las olas de la memoria, encontré tu rostro lleno de sueños. Sí, tú, mi versión más joven, aquella que pintaba el futuro con los colores más bellos y brillantes que podías imaginar.
Mírame ahora, convertido en un guerrero de batallas invisibles. ¿Decepcionado? No deberías. En este mundo que muerde como lobo hambriento, aprendí a caminar con las sombras y a convertir las heridas en letras como estas que te escribo. Cada palabra que he escrito, aunque algunas veces temblando de miedo, ha sido un grito de esperanza lanzado al universo.
Si pudieras ver cómo las verdades que susurrabas se convirtieron en rugidos. Aprendí -¡y de qué manera!- que la autenticidad es un fuego que quema, pero también ilumina. Las personas, mi querido yo, son como estrellas fugaces: algunas brillan intensamente y desaparecen, mientras otras, las verdaderas, se convierten en constelaciones permanentes en tu cielo personal.
¿Recuerdas cuando creías que cada decisión era definitiva? ¡Qué equivocado estabas! La vida es un camino salvaje donde los pasos se improvisan. No te aferres a los deseos fugaces como si fueran tesoros eternos. ¡Suelta! ¡Vuela! Las mejores historias nacen cuando te atreves a saltar.
Escucha bien esto: perdona como si tu corazón fuera infinito, agradece como si cada «gracias» fuera tu última palabra. Ríe, ríe hasta que te duela el estómago, porque tu risa, esa que muchas veces escondiste, es un himno de guerra contra la oscuridad que siempre te ha querido rodear.
¡Ah, y ni que hablar de todos los errores cometidos!, esos maestros vestidos de villanos. Cada tropiezo, cada caída, cada lagrima, cada «lo siento» susurrado en la noche, son las cicatrices que hoy cuentan nuestra historia. ¿Sabes cuándo necesitarás más amor? Precisamente cuando crees merecerlo menos. Irónico, ¿verdad?
La pereza… esa serpiente que se enrosca en el alma. Déjala ir. Los caminos seguros son para los cobardes, y tú, mi querido yo del ayer, naciste para ser leyenda. Los imposibles son solo los miedos de otros disfrazados de muros. ¡Derríbalos! ¡Písalos! ¡Conviértelos en polvo! y sigue adelante.
Y por favor, por lo que más quieras, no permitas que nadie -¡NADIE!- te diga que no vales. Tu valor no cabe en sus calculadoras, ni en sus mentes cortas, ni en sus palabras insignificantes. Eres un universo en expansión, una historia sin final, un milagro que respira.
Cultiva tu sonrisa como si fuera el último jardín sobre la Tierra. Que reír sea un acto de rebeldía contra la tristeza. La vida, esta aventura salvaje y hermosa, no se mide en tiempos ni calendarios, sino en latidos que hacen temblar el alma.
¿Me oyes todavía? Soy el eco de tus sueños, la suma de tus batallas, el resultado de tus noches de insomnio y tus días de gloria. Y te lo digo ahora, con el corazón ardiendo: VIVE. Vive como si cada segundo fuera una revolución, como si cada respiro fuera poesía, como si cada momento fuera el último baile.
Porque al final, mi querido yo del ayer, no somos más que historias tratando de convertirse en leyendas. Y tu historia, nuestra historia, apenas está comenzando.
Con el fuego eterno de quien nunca deja de soñar,
Tu yo del presente
P.D.: Y recuerda, las mejores historias siempre comienzan con alguien que se atrevió a decir «¿Y por qué no?»