En algún momento, cuando menos te lo esperes, vas a recordar todas esas veces que intenté hablar contigo y no me escuchaste. Será un día cualquiera, quizás mientras caminas por una calle que recorrimos juntos o cuando la oscuridad y el silencio de la noche te envuelvan. Esos recuerdos te golpearán como una brisa suave pero insistente, recordándote lo que fue y ya no es.
Te vendrán a la mente las veces que te dije que tu actitud me dolía y optaste por ignorarlo. En cada una de esas ocasiones, tenías la oportunidad de cambiar, de abrirte a un diálogo que nos hubiera podido salvar. Pero preferiste el silencio, un silencio que ahora se ha vuelto ensordecedor para ti.
Vas a recordar que te advertí que me estabas perdiendo. Te lo dije con palabras sencillas, con miradas cargadas de significado, con gestos que buscaban tu atención. Sin embargo, no lo creíste. Pensaste que siempre estaría ahí, como una sombra fiel, sin darte cuenta de que incluso las sombras desaparecen cuando la luz cambia.
Recordarás todo lo bueno que hice por ti, todas esas cosas que en su momento no valoraste. Cada detalle, cada esfuerzo por hacerte feliz, por verte sonreír, se convertirán en un eco constante en tu memoria. Te darás cuenta de que lo que parecía pequeño y cotidiano era, en realidad, la base de lo que teníamos.
Las veces que me doblegué para salvar nuestra relación también volverán a ti. Verás cómo, incluso cuando no tenías razón, yo buscaba el modo de encontrar un punto medio, de mantenernos unidos. Mi paciencia y mi amor eran más fuertes que mi orgullo, pero al final, incluso el amor necesita ser correspondido.
Mis besos, mis caricias, mi risa, y todos esos momentos que compartimos, se convertirán en recuerdos que te acompañarán en los días de soledad. Recordarás mi forma de cuidarte, de decirte «Te amo» mientras tocaba tu rostro. Incluso mis bromas, mi picardía, y eso que llamaste toxicidad por no querer ver tus errores, tendrán un lugar en tus pensamientos.
Te di prioridad en mi vida, un lugar que no me diste a mí. Y ahora, tendrás que enfrentar mi silencio y mi ausencia. Porque cuando uno deja de pedir atención y ya no intenta hablar, es porque se ha rendido. No porque el amor se haya acabado, sino porque el amor propio ha tomado su lugar.
Creíste que podías amarme a tu manera, pero esa forma de amar me lastimaba. Yo ya no quiero un amor que duele, que deja cicatrices. He decidido que merezco algo mejor, algo que no tenga que mendigar.
Recordarás todo lo que hice para quedarme, cada intento por construir un futuro juntos, y todo lo que hiciste para que me fuera. En la quietud de tus noches, cuando el mundo se reduce a la intimidad de tus pensamientos, me echarás de menos. Mi esencia permanecerá, recordándote lo que pudo haber sido.
A lo largo de este viaje introspectivo, aprenderás que el amor no es solo un sentimiento, sino una acción constante de cuidado y respeto. Descubrirás que las relaciones son un equilibrio delicado de dar y recibir, de escuchar y ser escuchado. Y aunque estas lecciones lleguen tarde, serán el legado de lo que compartimos.
En los recuerdos, te enfrentarás a la realidad de que a veces, perder es la única manera de aprender a valorar. Mientras el tiempo sigue su curso, recordarás que el amor verdadero nunca se va del todo; simplemente se transforma en un susurro del pasado que te invita a ser mejor en el futuro.